Alberto Hurtado “estaba transfigurado”, en palabras de Marta Holley, una de las 50 señoras que lo escuchó clamar por un hogar para los pobres, un Hogar de Cristo. Esa fue la génesis de la creación del Hogar de Cristo.
Aunque su fundador, el jesuita Alberto Hurtado formaba parte de la Compañía de Jesús, la creación del Hogar de Cristo surge de la solidaridad y la colaboración económica de lo que hoy día conocemos como “sociedad civil organizada”. Y que el padre Hurtado en esos años llamó “los chilenos de corazón generoso”. Esos que no podían permanecer indiferentes a la dura pobreza de los niños en abandono y de quienes vivían en situación de calle. Eran años en que la migración del campo a la ciudad generaba bolsones de miseria en las urbes más importantes del país, particularmente en Santiago.
Fue la gélida noche del 18 de octubre de 1944 cuando Alberto Hurtado experimentó la epifanía que consolidó el evidente sesgo social de su vocación sacerdotal. Esa noche vio en la figura de “un pobre hombre con una amigdalitis aguda, tiritando, en mangas de camisa, que no tenía dónde guarecerse” a Cristo.
La convicción de que en cada compatriota desvalido, en cada chileno vulnerable, en todo prójimo dañado por el desamparo, la falta de oportunidades, la pobreza, vivía el Hijo de Dios, lo llevó a reflexionar. Lo hizo frente a un grupo de unas cincuenta mujeres que se habían reunido en la sede del Apostolado Popular de calle Lord Cochrane. A ellas, les dijo: “Tanto dolor que remediar. Cristo vaga por nuestras calles en la persona de tantos pobres dolientes, enfermos, desalojados de su mísero conventillo. Cristo acurrucado bajo los puentes. Encarnado en niños que no tienen a quien llamar padre, que carecen por muchos años del beso de una madre sobre su frente al dormirse. Cristo no tiene Hogar. ¿No queremos dárselo nosotros, los que tenemos la dicha de un hogar confortable, comida abundante, medios para asegurar el porvenir de nuestros hijos?”.
Marta Holley, una de las señoras que lo escuchaba, se convertiría en una de sus colaboradoras principales. Muchos años después, recordaría que “él estaba transfigurado”. Y que luego pidió perdón por su discurso encendido, el que no tenía intenciones de pronunciar allí. Pero la solidaridad ya se había desatado a partir del efecto de su discurso en las conciencias femeninas. Es justo destacar que han sido siempre las mujeres las principales impulsoras de la causa de Alberto Hurtado, tanto como voluntarias, socias y particularmente trabajadoras.
Al final del retiro, había recibido la donación de una propiedad. También una suma de dinero para iniciar “un Hogar para los pobres”, el Hogar de Cristo. Más tarde, en un sobre anónimo, le llegó una valiosa alhaja, y así.
Por lo tanto, el Hogar de Cristo ha sido desde siempre una institución laica, inspirada por el humanismo social del padre Hurtado.
Tiene naturalmente un vínculo indisoluble con la Compañía de Jesús, el que se expresa en la presencia de un sacerdote jesuita, el capellán general, en su directorio.
También mantiene un trabajo coordinado y permanente con las demás obras sociales y culturales jesuitas, como la Universidad Alberto Hurtado, el Servicio Jesuita al Migrante y Techo Chile, entre otras.