Aunque parezca algo lejano, la filantropía pasa todos los días en este país. A veces grande, otras en versión micro. Desde quienes donan parte de su patrimonio hasta quienes se hacen socios de una causa que les importa. Es dar con sentido. Pero claro, no es tan sencillo como suena.
Aunque parezca algo lejano, la filantropía pasa todos los días en este país.
Según el Segundo Barómetro de Filantropía en Chile, elaborado por CEFIS-UAI, más del 60% de las fundaciones del país operan con equipos de menos de 5 personas. El 43% combina la entrega de fondos con la ejecución directa de proyectos sociales. Y el 76% de las organizaciones asegura que el mayor obstáculo para conseguir donaciones es la falta de confianza. Le sigue la falta de información. Después, la tramitación engorrosa.
Y eso que hay más de 2.000 fundaciones registradas en Chile.
Si bien en 2022 se promulgó la Ley de Donaciones con Fines Sociales, su implementación ha sido lenta y todavía genera dudas. Hay topes, requisitos, exclusiones. En otras palabras: no es tan fácil como debería ser donar con impacto y con beneficios tributarios claros. Muchas fundaciones ni siquiera pueden postular.
Mientras tanto, la filantropía se mueve como puede. Y con mucho de buena voluntad.
Si hay un lugar donde la filantropía no es pose ni concepto bonito es el Hogar de Cristo. Hace 80 años que esta organización trabaja con las personas más excluidas del país. Y lo hace de manera sistemática, profesional, con cariño. Atiende a más de 30 mil personas al año. Personas con nombre y apellido: adultos mayores solos, jóvenes excluidos de la educación, personas en situación de calle, niños y niñas sin red de apoyo.
Aunque parezca algo lejano, la filantropía pasa todos los días en este país.
¿De dónde sale la plata para todo eso? De gente que confía. De más de 128 mil socios y socias que mes a mes hacen su aporte. De alianzas con empresas. De donaciones individuales. De voluntarios. De una comunidad que entiende que ayudar no es un favor: es parte de vivir en sociedad.
Y lo más importante: en Hogar de Cristo se transparenta cada peso. Cada año se publica una memoria. Cada programa tiene indicadores. Cada donación cuenta.
No porque tengamos millones (spoiler: no los tenemos), sino porque nos recuerda que donar no es para los que sobran, es para los que quieren. Se puede donar dinero, tiempo, ideas, visibilidad, talentos. Desde una pyme que aporta lo que puede, hasta alguien que decide hacerse socio de una fundación porque cree en lo que hace.
En Estados Unidos, las grandes fortunas —como las de Gates o MacKenzie Scott— han puesto la filantropía como un deber moral. En Chile, estamos lejos de eso. Pero hay señales. Hay movimiento. Hay jóvenes que preguntan cómo donar. Empresas que quieren comprometerse más allá del marketing. Hay fundaciones como el Hogar de Cristo que siguen ahí, con los pies en el barro, haciendo que la filantropía no sea una palabra rara, sino una acción concreta.
Warren Buffet y Bill Gates
No hay que tener 94 años ni un castillo en Beverly Hills para sumarse. Basta con mirar alrededor, elegir una causa y poner manos a la obra.