“Seríamos más sanos y equilibrados si tuviéramos mejores experiencias en nuestra primera infancia”, dice Sara Miranda, directora desde hace 15 años de la sala cuna Monseñor Santiago Tapia, que Hogar de Cristo mantiene en la comuna de La Pintana. Se refiere a darles un espacio de cuidado y educación, de tranquilidad, de juegos, condiciones que, en la mayoría de los casos, no tienen en sus casas.
Esta sala cuna, que actualmente atiende a 54 lactantes y párvulos de entre 3 meses y 2 años y medio, funciona hace 30 años en El Castillo. Es un sector muy vulnerable, con alto consumo de drogas, narcotráfico y violencia, donde son frecuentes las balaceras, donde más de una vez han encontrado droga en los bolsos de los niños, donde muchas abuelas están a cargo de nietos y nietas porque sus padres están en la cárcel. Donde la pobreza multidimensional se palpa en su máxima expresión.
Como una manera de compensar este hostil ambiente, la sala cuna se caracteriza por ser muy acogedora, un sello que es destacado por padres y apoderados. “Nuestra política es tener un muy buen vínculo afectivo porque consideramos que es la base para el aprendizaje”, señala su directora. Es por ello que −además de preocuparse de crear un ambiente grato y tranquilo− mantienen un estrecho vínculo con las familias. Por ejemplo, han implementado un WhatsApp donde envían fotos diariamente para que los familiares puedan ver cómo están sus niños.
En la sala cuna Monseñor Santiago Tapia trabajan con el método educativo Montessori, que se caracteriza por proveer un ambiente ordenado, estético, simple, donde cada elemento tiene su razón de ser en el desarrollo de los niños.
Sara Miranda viajó recientemente a Buenos Aires junto a un grupo de estudiantes de tercer año de Pedagogía en Educación Parvularia de la Universidad Finis Terrae. La sala cuna recibe todos los años alumnas en práctica y por primera vez invitaron a las directoras de dos salas cunas a esta pasantía para conocer centros educativos en educación inicial y de formación en la carrera.
Sara Miranda (primera a la izquierda) llevaba un año como directora de la sala cuna cuando una bala le pasó como a 30 cm de la cabeza por una balacera registrada en la calle. Su familia le pidió que renunciara, pero ella no dudó en ningún momento en continuar. De eso hace casi 15 años.
Tras su visita a colegios públicos y privados, le llamó la atención el alto nivel en el lenguaje de los niños muy pequeños. Cuenta que no hablan de tías, sino que a cada una la llaman por su nombre. Lo mismo hacen en la sala cuna del Hogar de Cristo, para que, cuando estos niños sean un poco más grandes, tengan incorporado el sentido de identidad.
Otro aspecto destacable es cómo integran la cultura en niños tan pequeños. “Por ejemplo, vimos en una escuela pública a niños de 2 o 3 años con un profesor de música que les enseñaba los conceptos de rápido/lento tocando distintos ritmos en el piano”.
Durante la pasantía en Buenos Aires, Sara presentó a alumnas argentinas de Educación Inicial el trabajo que se realiza en la sala cuna del Hogar de Cristo.
Sara quiere documentar aquellas prácticas que le llamaron la atención y que podrían implementarse en la sala cuna. Mientras, esta educadora de párvulos que también estudió psicopedagogía, sigue enfocada en contar con el mejor material educativo y en ofrecer un espacio bello y lleno de colores, que sea como un oasis en medio de un barrio gris y opaco.