Macarena Muñoz (34) lleva más de una década en el Hogar de Cristo. Es trabajadora social y, desde hace un año y medio, lidera la Iniciativa Comunitaria La Granja, un programa pionero que se mueve sin recetas fijas. Lo suyo es el territorio, la calle, la conversación. Lo suyo es: “Volver a estar donde las cosas pasan”.
—No llegamos con soluciones empaquetadas. Llegamos a conocer a las personas, a escuchar lo que necesitan y a caminar con ellas en la búsqueda de respuestas y soluciones sociales— explica.
La Iniciativa Comunitaria de Hogar de Cristo fortalece redes y vínculos desde el corazón del territorio.
A diferencia de otros programas de Hogar de Cristo, esta iniciativa no se define por una sede ni por prestaciones estándar. Su valor está en cómo se inserta en la comunidad, cómo reactiva lo que ya existe, cómo abre espacio para que los propios vecinos lideren sus procesos. Trabajan en La Granja, específicamente en la población Yungay, un sector con historia de organización vecinal, de ollas comunes, de lucha.
—Nos dimos cuenta de que las personas son expertas en su situación, en su vida, y tienen la capacidad de gestionar sus propios recursos. Nuestro rol es acompañar y fortalecer esas capacidades— señala Macarena.
La Iniciativa Comunitaria de Hogar de Cristo impulsa procesos vecinales desde dentro, recuperando la vida en comunidad
Compuesto por Macarena, la también trabajadora social Moira Muñoz y la gestora territorial Estefanía Morales, comenzó su trabajo en el territorio identificando a mujeres y hombres líderes locales. A través de encuentros y conversaciones, lograron reactivar la mesa barrial, un espacio de coordinación que había quedado inactivo desde la pandemia.
—Cuando llegamos, nos encontramos con una población cargada de historia, pero también muy golpeada. Con personas mayores que habían liderado tomas de terreno, que organizaron las primeras ollas comunes, y que hoy están solas, sin redes, intentando sostener lo poco que queda— cuenta Macarena.
Lo hicieron en la calle, casa por casa, con referencias de otras fundaciones y programas de la zona. Convocaron a 12 líderes. Hicieron cinco encuentros donde hablaron de lo que significa habitar el barrio: vivir con miedo, con rabia, con memorias potentes de toma de terrenos y organización comunitaria. Diagnóstico en mano, reactivaron la mesa barrial y empezaron a generar proyectos nacidos desde ahí.
Hoy, la Iniciativa Comunitaria comparte espacio con el programa socioeducativo de Fundación Súmate, pero su campo de acción es el barrio mismo: plazas, sedes, escuelas. Como la Escuela Casa Azul, con la que lograron articular una red con estudiantes de medicina de la Universidad Católica y hacer un operativo pediátrico que permitió a niñas y niños con necesidades educativas especiales acceder a evaluaciones clínicas urgentes para no perder apoyo estatal.
—Solo gestionamos los vínculos —cuenta Macarena—. No hicimos charlas ni entregamos prestaciones. Pero ese puente entre la escuela y la universidad ahora existe. Y eso cambia cosas.
También apoyaron una Navidad Popular con más de 30 adultos mayores y organizaron un operativo de salud con la Coordinadora Popular Yungay Villa Lenin, red barrial que hoy agrupa a organizaciones y vecinos que se volvieron a mirar y trabajar juntos. Todo eso, en apenas un año y medio.
—Salir del modelo clásico de programa fue desafiante. Venimos de una lógica de hospederías, de residencias. Esto es diferente: te exigen tomar té con los vecinos, escuchar sus críticas, dejar que te interpelen. Pero ahí pasan las cosas. Ahí es donde tenemos que estar.
La iniciativa encarna el espíritu de la nueva estrategia de transformación del Hogar de Cristo, que busca profundizar la territorialidad y el trabajo colaborativo con las comunidades. Este modelo deja atrás las ofertas rígidas y pone el foco en la articulación de redes locales y el fortalecimiento de liderazgos vecinales. No se trata de llegar con respuestas predefinidas, sino de volver a estar presentes donde las urgencias ocurren, acompañando procesos comunitarios desde adentro.
—Para mí, particularmente, es muy significativo. Antes trabajaba en un programa de tratamiento de consumo problemático de drogas en el Hogar de Cristo, y volver a mirar hacia afuera, salir de los programas, entender que los participantes vienen de un territorio, y que su vivencia en ese territorio importa, ha sido un cambio de paradigma importante- concluye Macarena.